jueves, 31 de mayo de 2012

Comunicado del encuentro regional sobre el tema de migracion de obispos de Estados Unidos, Centro América y El Caribe


Santo Domingo, Republica Dominicana.30 de mayo del 2012.
 Nosotros, los obispos, sacerdotes, religiosas, religiosos, laicos y laicas,  reunidos  en nuestro V Encuentro Regional de la Pastoral de la Movilidad Humana para analizar la problemática migratoria del Caribe, América Central, México y los Estados Unidos y evaluar la respuesta de nuestras iglesias ante esta situación, expresamos lo siguiente:
LA REALIDAD QUE NOS CUESTIONA E INTERPELA:
La pobreza, obliga a miles de personas a emigrar y buscar fuera de su país el pan de cada día. Mientras esta causa estructural no sea resuelta, aunque las leyes migratorias se endurezcan el flujo migratorio continuará con las consecuencias que repetidamente han sido señaladas.
Las personas  migrantes que intentan el viaje a los EE UU desde los países de América Central por el territorio mexicano enfrentan terribles sufrimientos no solo de traficantes, polleros, enganchadores, falsos guías, sino también por los crecientes abusos cometidos por los diferentes grupos del crimen organizado en complicidad con policías y funcionarios públicos que ponen en riesgo la seguridad y la vida.  Desde Centro América y en todo México los miembros del crimen organizado hacen presa a los migrantes especialmente con el delito de secuestro para extorsionar a sus familias. Cuando estas personas migrantes se niegan a colaborar o no proporcionan la cantidad de la extorsión, son brutalmente torturados y asesinados, como lo demuestran los acontecimientos de la masacre de los 72 migrantes asesinados en San Fernando Tamaulipas, el hallazgo de los cientos de cadáveres en las fosas clandestinas y última masacre de 49 personas sacrificadas en Cadereyta, Nuevo León.
A estos delitos se une también el aumento permanente en la región de la trata de seres humanos tanto sexual como laboral, que someten a esta esclavitud principalmente a niñas, niños y mujeres y con ello obtienen criminales ganancias.
Nos preocupa la situación migratoria de niños y niñas no acompañadas, separados de sus familias, expuestas a este recorrido con innumerables riesgos y el drástico aumento en las deportaciones desde Estados Unidos y México, que ha llevado a una mayor separación de las familias.  El gobierno de los  Estados Unidos ha ampliado el papel del Estado en la aplicación de las leyes de inmigración, que conduce a abusos en los derechos fundamentales.
Leyes estatales injustas, como las de  Arizona y Alabama, producto del miedo a la presencia de los migrantes, inducen a la xenofobia y atentan contra el derecho de  la iglesia a servir a los migrantes.
Es urgente denunciar las amenazas, las agresiones y la persecución contra los agentes de pastoral–defensores de Derechos Humanos de las personas migrantes.
Seguimos profundamente preocupados por la situación de la población haitiana. Después de dos años y medio del terremoto, la nación lucha por recuperarse de la devastación y expandir su economía y su capacidad para proporcionar una vida con dignidad para su pueblo.
La República Dominicana, aunque fue la primera en responder a las víctimas del terremoto con mucha generosidad, cuenta con  un gran número de migrantes haitianos que sufren constantes violaciones a sus derechos por motivo de indocumentación: trabas para su regularización, deportaciones inhumanas y condiciones laborales extremadamente degradantes, como es el caso de los trabajadores cañeros. Nos preocupa la situación de los hijos de migrantes indocumentados que permanecen en situación de limbo jurídico.
De igual forma nos preocupa el impedimento que coloca el Estado dominicano a cientos de dominicanos de ascendencia haitiana para la adquisición y renovación de su documentación. Con esta práctica, el Estado dominicano viola a esta población el derecho de ejercer la nacionalidad ya adquirida, estudiar, conseguir un trabajo digno, casarse, declarar a sus hijos, cotizar en el Seguro de Salud y Fondo de Pensiones, abrir cuentas bancarias, viajar, etc.
SIGNOS DE ESPERANZA
En medio de este panorama de dolor y sufrimiento, agradecemos a Dios los innumerables gestos y acciones de solidaridad expresados en la atención dada a los  migrantes en las casas de acogida, en las iniciativas de apoyo, en el acompañamiento a las personas migrantes, en los esfuerzos de incidir para lograr leyes migratorias más justas, en la solidaridad con las familias de los desaparecidos y la búsqueda de los mismos, así como el compromiso de agentes de pastoral que han puesto en peligro su vida al proteger a las personas migrantes.
ILUMINACIÓN
Convencidos de que la Palabra de Dios nos pide amar y proteger al forastero (Levítico 19, 33; Mateo 25, 35) y siguiendo el ejemplo de Jesús que fue migrante perseguido en Egipto, reafirmamos los principios y valores de nuestro compromiso pastoral: la dignidad de la persona humana, el derecho a la vida digna, el derecho a un nombre a una nacionalidad, el derecho intrínseco a la naturaleza humana a migrar libremente y sin violencia, a permanecer en su propio país, la práctica de la caridad que nos mueve a acoger al peregrino y al forastero.
COMPROMISOS
Al final de este encuentro nos comprometemos a:
 a)      Fortalecer el acompañamiento de los migrantes y sus organizaciones promoviendo las leyes que favorezcan su regularización y la promoción de sus derechos.
b)      Continuar en los esfuerzos de lograr una Reforma Migratoria integral en los EE.UU. que respete los derechos de los migrantes, evite la separación de las familias y reduzca las deportaciones.
c)      Instar a los gobiernos al reconocimiento del derecho humano a emigrar cuando así lo requieren las circunstancias.
d)     Lograr una mayor articulación de todas las iniciativas y acciones a nivel de las Conferencias Episcopales, de las diferentes pastorales, de institutos y congregaciones  religiosas y organizaciones de la Sociedad Civil.
e)      Realizar un trabajo de incidencia ante el Senado Mexicano para lograr una visa de tránsito que les brinde protección y seguridad a los centroamericanos que se dirigen a los EE UU.
f)       Continuar defendiendo el derecho a la nacionalidad dominicana de los dominicanos de ascendencia haitiana nacidos en el territorio antes del 2010.
g)      Instar a los estados a acoger los migrantes haitianos y facilitar su regularización.
h)      Buscar los mecanismos de sensibilización en las comunidades cristianas y la sociedad en general para que se conviertan en comunidades de acogida.
i)        Exigir a las autoridades de nuestros países que tomen medidas para proteger a las personas migrantes.  La Iglesia Católica está  siempre dispuesta a trabajar con los gobiernos de la región para poner fin a los abusos y la explotación de seres humanos.
Con esta declaración nos comprometemos a llevar a cabo los retos mencionados, pidiendo a Nuestro Señor el don de su Espíritu, que nos ilumine y nos fortalezca.
Invocamos con confianza la intercesión de Nuestra Señora de Altagracia que ha estado presente en todas nuestras reflexiones.

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